Parece que Alejandro Galán y Juan Lebrón no van a seguir juntos la próxima temporada. Eso, o disimulan su continuidad muy bien. Su posible separación es algo más que un rumor estos días en el pádel profesional y ha terminado saltando de la redes a los medios.
Marca, Libertad Digital, Mundo Deportivo, Veinte Diez, El Mundo, ABC, Antena 3, Cope,… El asunto es, hoy, uno de los grandes focos de interés en el pádel. La ruptura va cobrando cada vez más fuerza por más que desde el entorno de ambos jugadores intenten desviar la atención como pueden. Que si ya se verá, que si no hay nada decidido, que hay pendiente una conversación, que si tienen que sentarse cuando acabe la competición…
Que los ex números uno en la últimas tres temporadas no tengan claro, a falta de dos semanas para terminar la competición, si continuarán juntos o no en 2024 es en sí mismo toda una noticia que abre la puerta de par en par a la posibilidad de ruptura. A partir de ahí, los movimientos realizados por ambos jugadores en las últimas semanas refuerzan, todavía más, esa misma idea.
Paquito, Stupa, Di Nenno, Chingotto, Jon Sanz, Yanguas,… Hay compañías telefónicas que captan más clientes con menos llamadas de las que, supuestamente, han hecho Galán y Lebrón estos días atrás. El rastro (intencionado o no) que dejan las pisadas de ambos no favorece la absurda tesis de que todo esté por decidir. En todo caso, será que el adiós no se ha materializado todavía pero la intención de todo esto es evidente, a no ser que los contactos desvelados por Stupaczuk en Marca fueran para felicitarle las fiestas.
En realidad, lo único que concede que haya una mínima oportunidad de futuro para la pareja Galán-Lebrón es que Los Superpibes les han dicho nones y, Tapia y Coello ni han prestado interés. Por eso, les ha tocado hurgar en el ranking con más deseo que convencimiento.
Lo cierto es que, a estas alturas, Lebrón y Galán tienen tantos motivos para continuar como para romper. Han demostrado que son capaces de seguir ganando juntos; lo que tienen que decidir es si están dispuestos a seguir aguantándose. Todo depende de a lo que quieran aferrarse.
En el caso del madrileño, después de tres años soportando una incesante coreografía de aspavientos, caras y desplantes por parte de su compañero, parece que busca nuevos aires. Su probatura temporal con Jon Sanz este año y su paso al frente por la convalecencia de Lebrón, han terminado de convencerle de que no le necesita para volver a la cima. No, al menos, su actitud. Su talento ya es otra cantar, por lo que tratará de poner él lo que no le alcance a Chingotto, su posible nuevo compañero de viaje, según dicen. El argentino de Olavarría es un perfil muy diferente al de Lebrón. Galán es consciente y lo elige (como lo ha intentado como Di Nenno) por su impecable comportamiento, por un lado; y, además, porque su trazo le permite más vuelo, más presencia.
Lo del gaditano, en cambio, parece el camino inverso. Llegó a la pareja siendo número uno (lo fue con Paquito Navarro en 2019) y una imagen de genio incomprendido a la que hubo que dar espacio en el universo M3 (territorio Galán). Este año, en cambio, el calvario que ha padecido por sus problemas en el codo le ha hecho sentirse vulnerable por primera vez. A su ostracismo se ha unido la aventura transitoria de su compañero con otro, el nivel que ha mostrado, el vuelo inalcanzable de sus rivales. Fuera de foco, sufrió, se frustró, se ofuscó. Por momentos, se vio incapaz de subirse a un tren que no parecía esperarle. Su equipo de trabajo sí lo hizo. Lo que llegó a ver en su día como un ecosistema extraño, casi una amenaza, ha terminado por ser el refugio propio en sus días de pesar. Por eso, dicen que Lebrón ve con buenos ojos la opción de seguir con Galán aunque es consciente de que ya no depende de él. Los últimos flirteos de su compañero han sido un jarro de agua fría y han hecho que El Lobo termine viéndose las orejas a sí mismo. Por ello, ante la opción de cambio, sopesa la posibilidad de recuperar su posición en el revés. Tras haber sido rey en la derecha, aspira a dejar huella en su lado natural. Todo un reto que, además, por otro parte, le abre el abanico de posibles compañeros.
Lo paradójico es que la pareja, incluso sin estar en plenitud, ha puesto a bailar a los indestructibles Tapia y Coello en el último tramo de la temporada. En un año para olvidar, los españoles suman ya cuatro títulos (todos en World Padel Tour). Desde el regreso de Lebrón en verano, si solo se computara este tramo, serían líderes del circuito de Damm por delante de Di Nenno y Stupa, y de unos números uno a los que han derrotado una vez tras otra con un juego que ha ido creciendo hasta recuperar una versión asombrosa.
Sin embargo, no parece que ello les vaya a servir de asidero. El futuro del proyecto ya no pasa por una cuestión de palmarés o de ranking. Al menos, no del todo. En ese cruce de caminos en el que ahora se encuentran, ya estuvieron varias veces Fernando Belasteguin y Juan Martín Díaz. La mítica pareja encontró soluciones para sostener su competitividad con profesionalidad, más allá de la relación personal. Solo cuando resultó incompatible, después de 13 años de dictadura, Bela le dijo adiós a El Galleguito.
Cuatro años han aguantado, por ahora, Lebrón y Galán. El quinto está en el aire; demasiado en el aire. Esa reunión pendiente entre ambos, que cuentan sus asesores, decidirá su futuro como pareja. Eso sí, cuando se tengan frente a frente, tendrán que ignorar ambos que están allí porque los que pretendían como relevo les han dado un portazo. A partir de ahí tendrán que decidir si lo que han encontrado compensa, aunque no mejore, lo que pierden. Uno de los dos parece tenerlo claro.