Sentado en aquella silla, el entrenador español se enfrentaba a un desafío definitivo: o era Saturno o se convertía en Cronos. No había más opciones para Ramiro Choya. Aunque, en verdad, de alguna manera ya tenía la victoria asegurada.
En la pista, calentaban sus jugadores, Alejandro Ruiz y Martín Sánchez Piñeiro. Enfrente, se agitaban sus rivales, una pareja que conocía a la perfección. La había ensamblado él: Paquito Navarro y Juan Lebrón.
Si ganaban los suyos, tendría plaza junto a ellos en el Master Final después de una gesta imponente. Si perdían, pondría fin a su temporada.
El partido que completó el camino de Choya
La casualidad había querido que fuesen, precisamente, Lebrón y Paquito quienes por segunda vez en la temporada marcasen su destino. La primera ocurrió cuando los dos jugadores andaluces decidieron prescindir de sus servicios nueve meses después de ponerse en sus manos. Ocurrió a mediados del pasado mes de octubre.
La pareja, instalada en la segunda plaza del ranking, rompió con Choya y eligió como sustituto a Marcelo Fernández. Aquello le apartó antes de tiempo de un camino que ha terminado en la cima del ranking.
Ahora, en las semifinales del México Open, su ventura volvía a toparse con los mismos protagonistas. Así que, o devoraba a sus hijos (como Saturno) o caía a manos de ellos (como Cronos).
La última derrota de 2019
Justo antes del decisivo partido, a pie de pista, atendió un instante al micro oficial de World Padel Tour. Lo hizo con una sonrisa deslumbrante y su habitual corrección inglesa bajo un sol que parecía incendiar su cabello de plata. Después, regresó al banco y se refugió tras unas oscuras gafas, libreta en mano, siempre dispuesto a sumarse a la batalla desde un segundo plano. Metáfora de todo un año.
Desde ese rincón, tras el tiempo de instrucciones a sus jugadores, asistió enseguida a la configuración del peor escenario posible: sus jugadores comenzaban con muchos nervios mientras sus rivales volaban sobre la moqueta.
Álex y Martín, al resto, empezaron el partido con todo aquello que no debían hacer. Se desajustaron por el medio en la primera bola y en las tres siguientes fueron acribillados desde el remate al buscar a sus contrarios con el globo. Ese juego inaugural en blanco fue la antesala de un break que llegó en el segundo juego.
No tardó Piñeiro en mostrar los primeros síntomas de frustración. Como siempre, el gallego buscó a Choya en el banco, con la mirada, con los brazos abiertos, con el corazón suplicante. El entrenador madrileño registraba en su libreta los acontecimientos pero, al inicio del tercer juego, optó por aparcarla en el suelo por momentos y se inclinó hacia adelante. No estaba allí en condición de simple testigo; era, además, un sufriente protagonista.
Porque el técnico, desde su mazmorra, también estaba librando su propia batalla en aquel partido. En realidad, era un duelo contra su propia creación. El Choya de ayer frente al de hoy.
No tardó en retomar la escritura en su bloc. Ante el parcial de 3-0 que habían encajado en un suspiro, era la única forma de aferrarse a algo, de canalizar su ansiedad, de materializar sus aspiraciones en herramientas para sus soldados.
No tuvo mucho éxito, la verdad. La superioridad de Paquito y Lebrón estaba siendo incuestionable. Y sus pupilos, a merced del vértigo rival, no encontraban la manera de cambiar el paso. Martín y Álex son una pareja que también se maneja bien a alta velocidad. Lo habían demostrado durante todo el torneo en México. Pero, esta vez, se exigieron tanto ritmo desde el inicio que descarrilaron antes de poder inquietar a sus oponentes.
Choya presenciaba desde la silla la lucha impotente de sus jugadores y, al mismo tiempo, advertía con aplomo cómo su aspiración, de manera inexorable, se iba diluyendo en cada juego, con cada golpe. No se alteró siquiera cuando su pareja salvó de manera brillante dos bolas de set en contra. Enseguida cedieron ese primer parcial (6-3).
Como en cada intercambio, el entrenador apuró el tiempo de instrucciones con sus chicos. No se trataba solo de ejercer la dirección táctica, de ofrecerles posibles soluciones. Aquellos podían ser (y fueron) los últimos instantes del año que iba a compartir con ellos en competición oficial. Y quiso cumplir hasta el último segundo.
El segundo set arrancó también con una rotura de saque en contra de Álex y Martín. Se mostraban demasiado permeables en la red, les faltaba determinación para responder a la terrorífica ofensiva de sus contrarios en cada punto.
Aquel break era sólo el anticipo de un demoledor parcial de 4-0. A esas alturas Ramiro Choya ya tenía asumido que no haría cumbre. Aunque, a sus 52 años, había visto de todo en el mundo del pádel, esta vez, el vuelo de sus rivales en esta superficie no alentaba milagro alguno.
Aún así, el coach mantuvo el tipo de manera impecable en esta cuenta atrás. En algún momento del encuentro se había atrevido a ir más allá de la mirada. Un gesto con la cabeza, algún movimiento furtivo de manos. Con el 5-1, sin embargo, se destensó definitivamente. Dejó caer las piernas y contempló el partido.
En aquellos instantes era tan probable adivinarle una sensación de decepción como advertirle una pizca de satisfacción interior. Al fin y al cabo, había mucho de él en aquella obra triunfal que hoy le apartaba de su propósito.
Tras el último remate de Lebrón (6-1), se puso en pie y esperó a que sus jugadores salieran de pista para abrazarles. Luego, hizo lo mismo con sus adversarios, sus ex pupilos.
La derrota era un hecho. Aquel triunfo, dos horas después, coronaría definitivamente a Paquito y Lebrón. Sin saberlo, su caída completó el recorrido triunfal que había iniciado en enero.
En cambio, sus chicos, Alejandro Ruiz y Martín Sánchez Piñeiro, después de un heróico intento de remontada, se quedaban sin posibilidad del Master Final por una mísera diferencia de 45 puntos.
Del éxito al ostracismo
Hasta sus contrincantes, Navarro y El Lobo, compañeros de entrenamiento durante la temporada, se apiadaron de ellos en su intervención posterior al partido y, por encima de su contundente victoria, destacaron la fenomenal actuación de Álex y Martín durante el año. No hubo palabras, sin embargo, hacia quien había sido su entrenador durante gran parte de la temporada.
Porque también Choya se quedaba sin Master Final y habían sido sus exjugadores los causantes. Hoy, sobre la pista. Hace dos meses, con su cese, impidiéndole completar su obra. Los andaluces, sin embargo, no repararon en ello. Tampoco lo hicieron cuando alcanzaron el número uno en Sao Paulo ni cuando ahora, en México, lo han conquistado de manera definitiva. Apenas se han permitido una mención fugaz en redes sociales.
Choya no ha reclamado su parte de los focos, en cualquier caso. El entrenador aceptó en su día su destitución sin un reproche público pese a que la decisión de la dupla andaluza, de alguna manera, le señalaba directamente a él, como si fuera el principal responsable, casi el único, de la deriva que el proyecto había tomado.
Cargó con aquello entonces y, de la misma forma, podría habérsele atribuido ahora su cuota de responsabilidad en la conquista del trono de World Padel Tour. Pero su mérito no ha encontrado demasiado pábulo en este relato triunfal de final de temporada.
Fue él quien cogió a estos dos jugadores volcánicos en enero. Entonces, todo era incertidumbre en torno a un experimento que despertaba tantas expectativas como augurios de fracaso.
El entrenador comprendió, desde el primer día, los mimbres que tenía y ajustó su plan. Con sus jugadores, diseñó una fórmula novedosa que acabó por causar un impacto tremendo en la competición. Les quitó el corsé a ambos, les facilitó un punto de partida y les invitó a volar mientras les convencía de que el mejor golpe era el que daban juntos. De pronto, Paquito maduró y Lebrón despegó.
Hoy admiramos esa endiablada movilidad, el intercambio de posiciones, su juego vertiginoso, el atrevimiento en el remate… todo eso que les ha llevado a la cima. Con Choya empezó todo.
El Lobo ha ganado su primer título profesional esta temporada y, siete meses después, se ha convertido en número uno. Paquito ha igualado (a falta del Master Final) su mejor curso con 5 títulos y le ha servido para coronar el ranking por primera vez en su carrera.
Todo ello, sin embargo, parece ajeno a Ramiro Choya, como si, durante tres trimestres, hubiera cumplido con un mero papel testimonial en una ascensión que estaba predestinada a producirse.
Cuando se vio obligado a dejar a la pareja en octubre pasado, Paquito y Lebrón ocupaban, entonces, la segunda posición del ranking (aunque eran líderes en la carrera de campeones) y ya habían tenido posibilidad de asaltar el trono (en Madrid). De las 10 finales que han disputado en la temporada, 8 han sido con Choya en el banco. De los 5 títulos con los que los andaluces han terminado el curso regular, 4 los consiguieron bajo la dirección del propio entrenador madrileño. Ningún técnico del circuito masculino ha ganado más.
Sin embargo, a Ramiro parece corresponderle poco de esta corona. Se ha explicado sin él el asalto a la cima del pádel mundial del primer jugador nacido en España. Y se ha celebrado sin él el primer liderato español en el ranking profesional de World Padel Tour. Dos hechos históricos que le han pillado muy lejos, en el ostracismo. Pero Choya parece asumirlo sin reparos.
Cinco técnicos compiten este año por el premio a mejor entrenador de la temporada en los galardones que concede el portal Padel Spain. El madrileño ni siquiera figura entre los candidatos (tampoco, de manera incomprensible, Mariano Amat).
Ramiro, en cambio, lo acepta con naturalidad, de la misma manera que lo hizo hace dos años cuando, de la noche a la mañana, desapareció del escaparate del circuito por razones que nadie aclaró. Entiende el negocio y renuncia a elevar esa reivindicativa bandera por más que no se trate sólo de una cuestión individual sino de un reclamo justo con un gremio que aún no tiene conciencia de serlo.
Choya podría rebelarse, no es un cualquiera, aunque no parece su estilo. Tiene conocimientos y experiencia suficiente pero también sabe que, en este deporte, en muchas ocasiones, las relaciones y las afinidades pesan mucho más que cualquier historial.
A salvo queda, no obstante, el reconocimiento de sus jugadores. Álex Ruiz y Martín Sánchez Piñeiro perdieron en el último peldaño su opción de ir al Master Final pero no desaprovecharon la ocasión de compartir con su entrenador el centro de su escena. Lo vienen haciendo durante todo el año. Cuando aún tenían posibilidades de alcanzar su objetivo…
…y también cuando, descartada la proeza, le asignaron un rol protagonista ante el elogio público a la fenomenal temporada de la pareja.
El propio técnico les ha correspondido con un mensaje lleno de significado con cierto aroma a despedida.
En cualquier caso, más allá de las palabras quedan los hechos. Ahí no hay lugar para la interpretación. El maestro Choya le ha regalado al pádel este año una dupla que ha hecho historia.
Fue el primero en creer en ella, cuando no todos lo hacían, y ha acabado siendo víctima de esa misma alianza. En verdad, no hay mejor aval de su trabajo.
Su sello también ha estado presente en otra dupla que ha conmovido a todos en su intento de cumplir un sueño.
Al final, le dejan sin premio pero, probablemente, en su derrota encuentre la mejor victoria de todo el año aunque hayan borrado su firma.
Así pone fin a una temporada intensa mientras, de reojo, mira ya a 2020 con su laboratorio a punto para preparar su siguiente receta. Veremos con qué sorprende.
Actualización
Dos días después de verse en lo alto de la clasificación, Paquito Navarro expresó públicamente su agradecimiento a Choya y a su actual técnico, Marcelo Fernández. Lo hizo de esta forma: