Suena el móvil. Un mensaje de whatsapp, ese tormento que amenaza con hacerse imprescindible en nuestro día a día. Es mi amigo Luis (Cyanmedia), un antiguo compañero de trabajo, un maestro para muchos de los cámaras de televisión de la provincia. Recibo una imagen con los datos de acceso a un servidor.
Si tienes filezilla, utilízalo. Hay una sorpresa para ti.
Me sorprende al principio, pero enseguida pienso que es una de esas felicitaciones navideñas con humor que estos días saturan nuestros correos electrónicos, los muros de Facebook y los perfiles de Twitter. En ese momento, estoy en una reunión en el club Reserva del Higuerón. Me olvido del encargo durante todo el día de ayer.
Hoy, viernes 21 de diciembre, bien temprano, un nuevo whatsapp me alerta de mi olvido.
Bueno, ¿no dices nada? ¿Lo has visto?
Intuyo un cierto tono de reproche totalmente justificado. Me disculpo como puedo. Ya delante del ordenador, accedo al servidor y descargo con algún recelo un archivo de video con mi nombre.
Imagino alguna broma antes de reproducirlo…
Tras la despedida de la número uno del pádel, mi cara es un poema. ¿Habéis visto esos realities en los que te reconstruyen la casa, te tunean el coche o te presentan a tu cantante favorito? Exacto, mi expresión es justo esa. Boca abierta. Sin capacidad para pestañear. Manos sobre la cabeza. Siento tanta ilusión como vergüenza. Miro a mi alrededor, quiero contarlo. Estoy solo en casa.
Agradezco a mi amigo el detalle (por whatsaap). Vuelvo a ver el video. Se lo agradezco de nuevo (le llamo). Otra vez le doy al play. Finalmente, reacciono y le envío un agradecimiento a Carolina Navarro. Dudo si compartir el video en Facebook. Me decido, pero también me obligo a contar la historia. Es la única manera de transmitir la emoción de la sorpresa.
¡Gracias, Carolina!
¡Gracias, Luis!
Felices fiestas a todos/as.
Seguimos viéndonos en las pistas.